Papá era un aficionado a los deportes. En su juventud jugaba
frontón. No sé si participó en algún torneo, pero recuerdo que de niño vi su
raqueta entre las cosas guardadas en el closet, con su marco, por aquello de
que se fuera a descuadrar, supongo.
Dice el doctor Guzmán que conoció a mi papá cuando niño
aquél, lo veía pasar con su raqueta en la mano, rumbo al frontón, allá en
ciudad Altamirano. “A mí me impresionaba verlo; lo recuerdo muy bien: Alto,
rubio, vestido todo de blanco y con su raqueta”, le gusta contar al doctor cada
que lo veo, quien, cosas de la vida, al paso de los años se constituyó en
médico del Banco Rural, y por tanto el médico de mi papá y de los hijos que aún
teníamos derecho al seguro.
No sé si practicó algún otro deporte, pero le encantaba ver
el box los sábados por la noche, en el canal 2. Gracias a su gusto por el
pugilato ahora sé de los jabs, el recto, el gancho al hígado, del réferi
Octavio Meirán, de Mantequilla Nápoles, El Púas, Carlos Zárate, Alfonso Zamora
y tantos otros que seguía fielmente.
Un día por la mañana, cuando vivíamos en Meoqui, Chihuahua,
me despertó con la “terrible” noticia de la muerte en un accidente automovilístico
de Salvador Sánchez, el campeón pluma, creo, un boxeador dotado sin duda, pero
que chocó con su vehículo con un tráiler estacionado en la autopista
México-Querétaro (conste que todo esto lo cito de memoria, así que
inexactitudes aparte, lo importante es la anécdota en sí).
---¿Qué crees que pasó? ---, dijo y sin esperar respuesta
continuó--- ¡Perdió Salvador Sánchez!
---¿Contra quién?
---¡Contra La Parca!
Y me explicó que según las noticias de la tele, el púgil iba
manejando en la autopista; que había un tráiler estacionado y sin luces y que contra
él se fue a estampar el grandioso campeón, y así al cielo llegó: campeón.
(Solamente en una ocasión no apoyó a incondicionalmente Salvador
Sánchez: fue cuando derrotó a Dany El Coloradito López, a quien le puso una
madrina de aquéllas. Con cargo de conciencia, mi papá me explicó: Peleó bien, pero
me dio mucha pena que le pegara tanto al Coloradito, porque se parece al
Güero--- refiriéndose a mi hermano Alejandro García, que aparece en la foto que
acompaña este post).
Varios años después, el 24 de abril de 1993 (ahora no me
confié a la memoria y consulté el calendario), se llevaba a cabo un experimento
en los medios en México. CNI, lo que después se llamaría Canal 40, transmitía
las noticias en texto: una pantalla con un color fijo en el fondo y aparecían
los textos de las noticias del momento, como si fuera un télex. No había
locutores, ni audio y no recuerdo si había imágenes, aunque me parece que con
letras acomodadas artísticamente formaban alguna que otra imagen. Era un canal
de cable y casi nadie lo veía porque, después de todo, ¿quién demonios iba a
ver noticias leyendo texto?
Pues papá lo veía, y la mañana de ese sábado de abril llegó
apresurado a verme a mi casa, con el ánimo por los suelos y francamente molesto
con la vida:
---¡Se murió Julio César Chávez! --- soltó de golpe.
---¿En serio?
---¡Sí! ¡Lo acabo de ver en el canal ese de las noticias! ¡Qué
mala suerte!
Al tiempo que preguntaba los detalles del deceso, encendí la
tele y esperamos juntos a que las noticias cumplieran el ciclo que les habían
asignado y pasara de nuevo la nota que nos interesaba. Y sí. Pasados unos
segundos apareció una nota pequeñísima, por el formato del canal y por el
tamaño de la letra que mi papá no pudo leer, que hablaba de la muerte de César
Chávez, el sindicalista chicano.
Enseguida lo tranquilicé: no se trataba de Julio César
Chávez, el campeón de boxeo, sino de César Chávez, un chicano que era muy
respetado en california porque había unido a los trabajadores agrícolas
inmigrantes para luchar por mejores condiciones de vida.
Si cuando llegó a darme la noticia estaba desencajado y
molesto por la muerte del boxeador, ahora estaba realmente furioso con el canal
de noticias que de manera irresponsable cabeceó solamente el nombre del
fallecido sin precisar que se trataba de otra persona, desde luego de alguien
de menor importancia para él, mi padre fanático del box.
Pasados unos minutos se tranquilizó y se fue a su casa, no
sin antes argumentar:
¡Cómo se les ocurre dar la noticia así! ¡Debían haber
especificado!
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