sábado, 13 de junio de 2009

Acapulco y los balazos

La semana pasada el puerto de Acapulco fue escenario de una de las tantas batallas por el control de las rutas para el trasiego de las drogas. Los reportes varían en algunos aspectos: por ejemplo, unos dicen que "la batalla" duró seis horas, otros que cuatro, pero todos coinciden en que el clima que se vivió en esas fechas fue de terror y zozobra y que las consecuencias en el ámbito económico son aún más terribles, por la imagen que se difundió en todo el mundo: soldados encañonando civiles a bordo de un Volkswagen al grito de "¡manos arriba!", con el audio de fondo de disparos y explosiones.
Si de por sí el turismo ha huido de esta ciudad como consecuencia de años de politicas erradas y una feroz sobreexplotación de los paseantes, así como del bicho AH1N1, el resultado es palpable el día de hoy y lo pude constatar: la Avenida Costera Miguel Alemán, tradicionalmente intransitable en fin de semana, estuvo media vacía; los centros comerciales con locales desiertos y/o en renta y un clima de miedo latente por el temor a que de pronto se suelten los tiros cuando pasan los federales encapuchados y con las armas en ristre.
Pero de este rosario de cuestiones relacionadas, la que me ha dejado pasmado es que el gobernador del estado, Zeferino Torreblanca, el Procurador de Justicia, Eduardo Murueta y el Secretario Seguridad Pública, Juan Heriberto Salinas Altés, han brillado por su conducta apocada y ratonera, aduciendo que el tráfico de drogas es de competencia federal, en una sui generis reedición el "y yo por qué" de Fox, al grado que hasta el día de hoy no han hecho una declaración oficial acerca de los hechos que salga al paso de los rumores y desinformación que es lo peor que puede difundirse en una sociedad, porque genera intranquilidad, que el peor enemigo de la actividad económica.