domingo, 29 de mayo de 2011

Toros

La llamada "fiesta brava" siempre ha levantado las más álgidas pasiones. Los que la favorecen son tan entusiastas como los que la abominan, poniendo como pretexto los derechos de los animales los unos, y las tradiciones y hasta la nobleza de los toros, los otros. En lo personal, me gusta mucho los toros a la usanza española, el rejoneo y las novilladas, aunque debo aclarar que no soy un conocedor ni nada parecido, sino más bien un villamelón que admira a Hemingway y que en "Fiesta", publicada en 1925, recoge sus impresiones sobre los toros, los San Fermines y el amor entre el protagonista y su amada Brett.

Tal vez para una mentalidad como la norteamericana de aquellos años fue el caldo de cultivo perfecto para que el joven Hemingway se viera fascinado por todo aquello tan brutal y novedoso y por ello lo retratara con tanta pasión.

Pienso que no debemos juzgar a la ligera las manifestaciones culturales de otras latitudes, basándonos en marcos de referencia propios, y que por el contrario, debemos encontrarle sentido y belleza, por muy extrañas y reprobables que nos parezcan.

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