miércoles, 5 de enero de 2011

Tenemos los candidatos que nos merecemos

Esta es una frase hecha y nadie duda de su veracidad: Las actuales campañas lo hacen patente. Ángel Aguirre y Manuel Añorve hacen gala de promesas muy focalizadas, muy redituables políticamente pero nada relacionadas con una mejora estructural de nuestro paupérrimo Estado. Libros y uniformes escolares gratis, fertilizante gratis, no al pago de la tenencia, medicinas a 10 pesos, "La Cumplidora", etc., no son sino una muestra de que la política se ha convertido en un tianguis: ¿quién da más por mi voto? Soy taxista, quiero que me hagan descuento en el pago de mis refrendos; soy ambulante, quiero que me den "chance" de invadir más calles; soy comerciante, quiero que el Gobierno del Estado me compre a mí y no a los fuereños, y un largo y casuístico etcétera.

Ninguno de los candidatos ha propuesto reformas estructurales en la educación, desarrollo social, política impositiva, desarrollo industrial y agrícola. Se van por lo más fácil: más y mejores policías, dice uno; construir más hospitales, dice el otro, pero como eso es lo que "se ve", lo que gana votos, es lo que tratan de "vender" al electorado. A nadie se le ha ocurrido un proponer el desarrollo integral de Guerrero. Van dos ejemplos:

Querétaro se puso de acuerdo con sus empresarios y las trasnacionales, y desde hace unos años inauguraron una Universidad especializada en la industria aeronáutica, con el compromiso de esos empresarios de invertir en negocios relacionados. Resultado: Hoy Querétaro es pionero en esa industria a nivel nacional y se han asentado fabricantes de turbinas y aeronaves y tecnología aeroespacial. Otro: En Jalisco, se crearon estudios de cine de alta calidad y mejores condiciones de negocios. Allí se filman películas, comerciales, documentales, rentan los espacios y el equipo, y así los productores ahorran y dejan derramas económicas importantes, pues los productores se quejan de que los Estudios Churubusco, por ejemplo, son más caros y la Ciudad de México en general también lo es.

Aquí en Chilpancingo, ciudad histórica y fundamental para la constitución de nuestro país, que padece problemas viales de gran ciudad, pero con calles angostas y banquetas ridículamente estrechas, vive el caos a diario. A eso del medio día a dos de la tarde, conducir por el centro de la ciudad es un reto a la paciencia y resistencia de los conductores. Tiene dos avenidas principales: la Avenida Juárez y la Juan Álvarez (que cambian de nombre conforme se extienden hacia los extremos de la ciudad), pero que con las combis de pasajeros, los taxis y los autos particulares, son intransitables pues la mayoría de las calles confluyen en esas avenidas. No obstante eso, no existe un plan integral para resolver estos problemas, pero tampoco es óbice para que el Presidente Municipal invierta equis miles o millones de pesos para pavimentar una calle en una colonia apartada pero bastión del candidato Aguirre, opositor a su partido: una calle cerrada de no más de cincuenta metros fue más importante que los problemas viales de la ciudad.

Este no es sino un minúsculo ejemplo de lo que se vive en México. Por ello, en lugar de votar, parece más viable acudir a los Reyes Magos. Voy a hacer mi petición: quiero un gobierno eficiente, con servidores públicos capacitados, honrados; un gobernador que sea un líder con un programa de estadista, que no vea la siguiente elección, sino los próximos veinte años; una Contraloría que de verdad ponga un freno a los funcionarios ignorantes de la Ley y que se deshaga de los que sienten amparados por el amigo, el compadre, el hermano; un Secretario de Educación que se sacuda la influencia de Elba Esther Gordillo y no tenga miedo de actuar contra los maestros aviadores, oficialistas o no, y que promueva una educación moderna, de avanzada y que no se limite a andar por el camino trazado; un Secretario de Desarrollo Económico con inventiva, con capacidad de negociación con la infinidad de intereses que coinciden en defenderse sin ver el daño que hacen a la entidad en su necedad por no ceder un poco, en fin, un gobierno de primer mundo que se olvide de las promesas de candidatos de tercer mundo.


 


 


 

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